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14/8/09

DIVULGACIÓN CIENTÍFICA Y PRODUCTIVIDAD ACADÉMICA


Por Gonzalo Duque-Escobar

Al examinar la productividad académica de nuestros claustros universitarios, no tiene mucho sentido e incluso preocupa, que la investigación científica, la actividad de extensión y las tradicionales labores de docencia, permanezcan como funciones desligadas entre sí. Y esto es un asunto fundamental de cara a la misión de la universidad relacionada con la generación del conocimiento y su apropiación social en bien de la Nación. Para empezar, la divulgación científica exige una vigorosa actividad y producción académica que la respalde, como evidencia de la integración entre los actores sociales e instituciones de educación superior, convergiendo en las grandes problemáticas del contexto.

Uno de los prejuicios de los propios investigadores conocido como el “Efecto Sagan” es creer que los académicos menos prestigiosos o menos destacados, son quienes se ocupan en la divulgación de la ciencia. Pero realmente, se ha comprobado que no es cierto que la popularidad y celebridad del científico, sean inversamente proporcionales a la calidad y cantidad de su producción científica: según un estudio del perfil del “Científico divulgador” aplicado al CNRS de Francia, institución que cuenta con más de 11.000 investigadores distribuidos en diferentes ramas de la ciencia, los científicos más activos en la divulgación del conocimiento son también los más productivos en el ámbito académico. Dicho estudio comprobó la alta correlación existente entre la actividad de divulgación y la producción científica, primero, al señalar que “los científicos inactivos en popularización de las ciencias y colaboraciones con la industria tienen un menor desempeño académico”, y segundo, tras comparar la cantidad de trabajos publicados por año, al concluir diciendo que “quienes más publican también son quienes más se comprometen con la actividad de divulgación y viceversa”.

Frente a la proliferación de los Doctores que con diferencia de calidad en su formación van entrando en todas las direcciones a un mundo académico infectado por el “síndrome del doctoritis” que se alimenta del mercado, para no afectar la capacidad académica de nuestras instituciones de educación superior, es importante que se establezcan indicadores de productividad y visibilidad académica que permitan conocer la pertinencia y utilidad social de los productos académicos, no solamente con medias asociadas al registro de las publicaciones, sino también con las del nivel de los subproductos obtenidos para su necesaria divulgación e incorporación como “soporte y alimento” para la docencia.

Desde el OAM, Ed. Circular RAC 528.
http://www.manizales.unal.edu.co/oam_manizales

Imagen: Carl Sagan en