Por Gonzalo Duque Escobar *
Las posibilidades de avanzar en productividad y competitividad desarrollando al tiempo las dimensiones social y ambiental de Colombia, exigen algo más que potenciar un sistema educativo que requiere cualificarse y fortalecerse estructuralmente, empezando por modernizarlo en los términos que señalara la Misión de Ciencia, Educación y Desarrollo en Colombia: “Al filo de la oportunidad” (1994); también debemos construir la identidad de unas regiones que le impriman a Colombia un carácter acorde con su base pluricultural y medio biodiverso, para consolidar la Nación y lograr el aprovechamiento sostenible de nuestra oferta cultural y natural, sin detrimento de nuestra soberanía.
En lo primero, la tarea que tenemos exige cuatro acciones fundamentales: apostarle a la calidad de la educación para resolver las deficiencias en formación e instrucción en los procesos y resultados de la básica, elevar el promedio de escolaridad de la población llevándolo más allá de los 10 años para ingresar a los niveles profesional y tecnológico, impulsar programas de ciencia y tecnología para resolver el atraso del sector productivo, y fortalecer la cultura del emprendimiento para articular a los colombianos al mercado laboral. Esta tarea debe incluir estrategias locales para implementar los necesarios procesos de apropiación y traducción de los saberes de la cultura popular y de las comunidades rurales y culturas ancestrales, al lenguaje y la racionalidad de la ciencia moderna.
En lo segundo, las prioridades se relacionan con la necesidad de continuar el legado de las dos mayores hazañas de la historia científica de Colombia, como son la Expedición Botánica de la Nueva Granada (1783-1810) y la Misión Corográfica (1850-1859), con una segunda versión de cada una. Si bien la Botánica de Mutis logró la recolección y clasificación de 20 mil especies vegetales y 7 mil animales, aún desconocemos nuestro patrimonio biótico. Y si la Corográfica de Codazzi aportó no sólo la elaboración de nuestra cartografía sino también la identificación de las grandes regiones naturales de un país por entonces rural y desarticulado y en el que solamente se concebían los poblados bajo el concepto de la “Ciudad Estado” de Plutarco, hoy resulta lamentable el déficit de una Cartografía temática y de detalle, y la falta de reconocimiento e identidad de muchas bioregiones y culturas.
Y para entender la urgencia de esta doble propuesta, solo basta reflexionar no solo sobre el abandono y postración del campo, sino también sobre el desempleo crónico que afecta la estructura del empleo en Colombia y sobre la violencia juvenil urbana que se va propagando en las ciudades intermedias, hechos en los cuales la falta de oportunidades para los jóvenes como causa, se relaciona con factores más profundos y determinantes, relacionados con el surgimiento de una nueva sociedad en la que el Estado solidario se ha desmontado y la estructura del empleo ha cambiado, todo consecuencia de una revolución tecnológica compleja y de la globalización de la economía y la cultura, entre otras causas.
Como evidencia de las dificultades por resolver y soportado en cifras del DANE, así en el último lustro el PIB de Colombia haya crecido el 60%, basta mirar la participación del sector agropecuario donde excluyendo el café y como consecuencia de su baja productividad, apenas alcanza el 8,5% del PIB nacional: en este sector carente de políticas y desarrollos en ciencia y tecnología, las tierras ganaderas superan ocho veces la extensión de la agropecuaria e invaden de forma conflictiva sus espacios con prácticas menos productivas, para no hacer mención de la deforestación que agrava las amenazas hidrometeorológicas, ni de la pérdida de casi la mitad de los productos perecederos del agro gracias al deterioro de vías y a problemas de manejo pos cosecha y de mercadeo. Como muestra, esta brecha: mientras las tres mayores ciudades que conforman el “triángulo de oro” de Colombia presentan un indicador de necesidades básicas insatisfechas del 17% y en proceso de reducción, el de las regiones Caribe con el 46% y Pacífico con el 62% resulta preocupante y se resuelve más lentamente.
Y en la economía del frágil y contradictorio medio urbano, donde pobreza extrema, fragmentación social, desempleo crónico y cultura de la corrupción, facilitan la informalidad, la violencia y la delincuencia; allí donde los modernos hipermercados hacen lo propio de esa apertura económica que desvertebra los procesos de la pequeña economía local tradicional: la precaria industria anuncia su retraso tecnológico con una participación de tan solo el 13,2% en el PIB nacional, gracias a una preocupante obsolescencia que no se ha resuelto acometiendo su necesaria reconversión, posiblemente porque la clase empresarial, acostumbrada al ritmo fácil del proteccionismo, aún desconoce las ventajas y oportunidades de la sociedad del conocimiento.
* Profesor Universidad Nacional de Colombia http://gonzaloduquee.galeon.com
[Ref.: La Patria, Manizales, 2011.01.17]
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