Por Gonzalo Duque-Escobar
Se
conmemoran los 30 años de la tragedia de Armero y Chinchiná, el mayor desastre
causado por una amenaza natural en Colombia: la erupción del Ruiz que comienza
con emisiones de ceniza fruto de explosiones premonitoras pasadas las tres de
la tarde, pero cuyo paroxismo se da a las 9:09 de la noche del miércoles 13 de
noviembre de 1985, cuando detonan los flujos de lodo generados por el agua del
deshielo ocasionado por las riadas gaso-piroclásticas que funden la nieve,
además de la copiosa lluvia que acompaña la erupción magmática. Dichos lahares,
estimados en 100 millones de metros cúbicos, al descender por los ríos Gualí,
Lagunillas-Azufrado y Río Claro-Chinchiná, llevaron desolación y muerte al devastar
a su paso los asentamientos rivereños con sus puentes, vías y cultivos.
Las
avalanchas de lodo y piedra, tras cerca de dos horas de recorrido, al arrasar
las poblaciones ubicadas en los valles de salida de los ríos que drenan desde
el volcán nevado hacia el Cauca y el Magdalena, en ambos poblados cobraron la
vida de 25 mil compatriotas que no fueron oportunamente alertados, y menos
preparados con anterioridad para evacuar preventiva y oportunamente frente a
una eventualidad, dado el fatal riesgo de esta amenaza hidrogeológica de origen
volcánico, con probabilidad de ocurrencia del cien por ciento en caso de
erupción, según lo señalaba el mapa de amenazas concluido desde octubre del
mismo año por el equipo de geólogos de Ingeominas y la Universidad de Caldas.
Aunque
la UNDRO había recomendado meses antes el monitoreo del volcán, la elaboración
de un mapa de riesgos y la implementación de planes de evacuación, a pesar de
los antecedentes del Ruiz asociados a las erupciones de 1595 y 1845, donde la
primera cobró unas 600 vidas y la segunda otras 1000 asentadas en el mismo
lugar donde se fundaría Armero (1895), por nuestra inexperiencia, la falta de
apoyo del gobierno explicada en la tardanza para emprender las tres tareas
recomendadas, y la inexistencia de los valiosos instrumentos de gestión del
riesgo hoy implementados, aunque se contaba con dos horas después de iniciada
la erupción de 1985 para que un poblado como Armero fuera evacuado hacia las
zonas más altas contiguas, sus pobladores no fueron notificados.
Hace
30 años en el ámbito colombiano, donde el gobierno estaba preocupado por los
asuntos de la toma del Palacio de Justicia, no era fácil advertir lo que
ocurriría: El Ruiz se había reactivado casi un año antes tras un período de
calma de 140 años, silencio que permitió acuñarle el apelativo de “león
dormido”. Igualmente, en la tarde del fatídico 13 de noviembre, cuando la
ceniza llevada por el viento cae como copos de nieve sobre el poblado, el cura
de Armero a través del megáfono le había asegurado al pueblo que las
condiciones eran seguras, por lo que no había que abandonar el pueblo, al
tiempo que por la emisora local el alcalde de la localidad informaba que no
había nada de qué preocuparse aludiendo a la ceniza volcánica que caía.
Dado
que la magnitud del desastre sólo se advierte a la madrugada del día siguiente
cuando vía aérea se observa la destrucción de la “ciudad blanca”, que los
sobrevivientes de Armero sumergidos en el lodo se esparcían sobre un área de 30
kilómetros cuadrados inundada por el fango, se perdieron muchas vidas al haber
transcurrido horas vitales sin poder iniciar el rescate, y porque al
emprenderlo la logística de salvamento se dificultaba, dada la condición del
escenario con vías y puentes destrozados, y un sistema hospitalario colapsado que
debió expandirse de forma improvisada para las urgencias.
En
Armero, las primeras acciones las emprenden héroes sobrevivientes que al alba
penetrando el pantano en medio de una masa enmarañada y esparcida de árboles,
escombros y cuerpos mutilados, ayudan a quienes heridos yacían gimiendo en
agonía; la difícil tarea que luego prosiguen los socorristas conforme van
llegando de las poblaciones vecinas, horas más tarde se apoya con insuficientes
helicópteros. A modo de lección, con la convicción de que esta tragedia podría
haberse evitado con una planificación adecuada, habrá que continuar con
acciones socioambientales integrales, hasta alcanzar una cultura del riesgo que
contribuya a la construcción sostenible del hábitat, considerando las amenazas
naturales.
Profesor
Universidad Nacional de Colombia http://galeon.com/cts-economia
[Ref: La Patria. Manizales, 2015-11-09].
Imagen: Mapa de Amenazas Potenciales del Volcán Nevado del Ruiz. Versión no
oficial GDE (1996).
BIBLIOGRAFÍA
RELACIONADA:
Aspectos
geofísicos de los Andes de Colombia http://www.bdigital.unal.edu.co/1580/
Desafíos del
Complejo Volcánico Ruiz – Tolima http://www.bdigital.unal.edu.co/9484/
El desastre
de Armero a los 30 años de la erupción del Ruiz http://www.bdigital.unal.edu.co/51623/
Intimidades
del Ruiz para un examen de la amenaza volcánica
http://www.bdigital.unal.edu.co/6128/
La amenaza
volcánica de Cerro Bravo http://www.bdigital.unal.edu.co/9513/
Manizales
frente a la coyuntura volcánica http://www.bdigital.unal.edu.co/6291/
Manual de Geología
para ingenieros http://www.bdigital.unal.edu.co/1572/
Sismos y
volcanes en el Eje Cafetero: Caso Manizales http://www.bdigital.unal.edu.co/6544/
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