5/2/11

CONOCIMIENTO Y PROSPERIDAD EN COLOMBIA



Por Gonzalo Duque-Escobar

Si partimos de las grandes urgencias sociales y ambientales que agobian al país, para poder contribuir con el conocimiento a la obtención de la “Prosperidad para todos”, antes que a fomentar los apetitos del mercado cuando no a distraer esfuerzos y recursos académicos en la indagación de temas no pertinentes que investigamos buscando resultados que carecen de impactos significativos para la sociedad colombiana, deberíamos destinar el arsenal técnico científico a la solución de grandes problemáticas de nuestro contexto y al desarrollo del inmenso potencial cultural y natural en los temas más estratégicos para los intereses de la Nación. Entonces ¿cómo corregir esa desviación?

Decimos esto porque aunque los enunciados del PND 2010-2014 ayuden a tan loable y esperado propósito, las estrategias no siempre resultan suficientes: dicho documento reconoce el rezago del país frente a países similares no solo en el desarrollo de la ciencia, la tecnología y la innovación sino también en la proporción del PIB que le destinamos a dichos asuntos, y además explica las causas de semejante brecha y el conjunto de acciones para salvarlas; sólo que entre estas faltan dos: el fortalecimiento del Estado frente al mercado lo que no supone debilitarlo, y la prioridad al desarrollo humano sobre el crecimiento económico lo que traería consecuencias sobre las políticas económicas y sociales. Si así fuera, con sendos elementos cambiarían las prioridades en el uso del conocimiento como factor de producción y se facilitaría mitigar el grave divorcio de la ciencia y la tecnología respecto de las demandas sociales y ambientales.

Mientras nuestras instituciones de educación superior no interactúen de forma concertada con actores sociales e institucionales para trazar en conjunto políticas coherentes que le apunten con el conocimiento a los grandes conflictos de Colombia, terminarán permitiendo que nuestros investigadores laboren como mercenarios dando rienda suelta a los intereses aislados que surgen de las oportunidades del mercado, para ocuparse neciamente, por ejemplo, más por desarrollar productos medicinales para la estética que medicinas para atacar enfermedades tropicales, por elevar el consumo de bienes suntuario antes que mejorar la precaria productividad del agro. Esto para no hablar de saberes y conocimientos ancestrales de lo que poco sabe nuestra comunidad científica, por lo que la producción académica resulta limitada para avanzar en el desarrollo de bienes y servicios culturales.

Así que para estar en la ruta adecuada de una producción y gestión de ciencia, tecnología e innovación que le sirva a Colombia, que prevenga la mercantilización y oriente la aplicación y crecimiento del preciado arsenal del conocimiento hacia proyectos de transferencia y desarrollo tecnológico en función de la demanda social y ambiental señalada, habrá que construir indicadores que midan la productividad académica con otros criterios que permitan medir los impactos científicos y tecnológicos en función de las prioridades de nuestro propio desarrollo, y no en los términos que se imponen desde los océanos de la economía globalizada, hacia donde fluyen los ríos del conocimiento en el insolidario modelo de desarrollo.

Desde el OAM, Ed. Circular RAC 597
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