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El Espectador/ Opinión|17 Jun 2012 - 1:00 am


Por: Héctor Abad Faciolince

Yo no sé si los signos de puntuación son concretos como un ladrillo o abstractos como un olvido.

Están ahí, tienen forma en la página escrita, pero al hablar no los ponemos sino que los oímos. En el habla, los signos de puntuación son solo música. Entre “tienes sed” y “¿tienes sed?”, las mismas dos palabras en compañía de distintos signos, lo que nos indica si afirmamos o preguntamos algo, es el tono en que lo decimos, que además no es igual en España o en Colombia, en Cartagena o en Medellín. Lo último que aprendemos en otro idioma es a dominar la música del insulto, de la ironía, de la afirmación o la pregunta.

Hay quienes intentan hablar poniendo signos ortográficos. Algunos, por ejemplo, le ponen comillas a lo que dicen moviendo dos deditos de ambas manos, pero el gesto resulta bastante afectado. También es posible preguntar con el cuerpo (abriendo hacia afuera las palmas de las manos y subiendo las cejas), pero el lenguaje gestual es otra cosa y dudo que esas palmas abiertas sean signos de interrogación.

Así como uno, cuando juega ajedrez todo un día, empieza a ver la realidad como una partida y a las personas como enroques y alfiles, cuando uno se pasa mucho tiempo leyendo o escribiendo empieza a alucinar con los signos de puntuación, a verlos en todas partes, e incluso a soñar con ellos. Para hacer un poema, dijo una vez Wislawa Szymborska, “basta que por razones fútiles o importantes / a alguien se le ocurra usar / signos de interrogación / y como respuesta / dos puntos:”. Hace poco leí en el diario de un querido amigo que cuando él vio a una enferma muy delgada que caminaba en el hospital seguida por la torre de hierro donde se cuelga el suero, esta parecía “un signo de admiración deambulando.” Ya no recuerdo si era el Tuerto López, el bohemio Obregón o Gómez de la Serna el que veía la luna llena como “el punto sobre la i de un campanario”.

El punto y coma, que los ingleses denominan con esa extraña palabra que parecería hablar de la mitad de un órgano (semicolon), tiene una definición imaginativa y curiosa en una poeta norteamericana, Maurya Simon: “El punto y coma es / como un espermatozoide congelado para siempre / en su anhelo del óvulo, / como un renacuajo que nada contra la corriente para / despertar la moneda caída de la luna.”

El otro día soñé que escribía todos los signos diacríticos y de puntuación que me sabía y que se los iba dictando para un título a un amigo, Mario. Mi dictado era más o menos la manera de leer el título de este escrito: abre paréntesis, abre comillas, abre interrogación, coma, punto y coma, dos puntos, punto, abre exclamación, guión corto, guión largo, tilde, barra inclinada, asterisco, cierra exclamación, vírgula de la eñe, punto sobre la i (pero sin la i), comilla simple, subraya, diéresis, cierra interrogación, puntos suspensivos, cierra comillas, cierra paréntesis. Con estos veintiún signos que he puesto entre paréntesis, más las 27 letras del abecedario y diez números arábigos, uno debería poder escribirlo todo: cartas de amor, propuestas de negocios, proclamas políticas, novelas, sonetos, aforismos, anagramas, insultos…

 De todos modos uno podría imaginarse más signos. A mí, por ejemplo, siempre me han hecho falta las comas suspensivas, que deberían separar y enumerar cosas de un modo menos terminante que los puntos ídem.

El caso es que hoy en día, con la cobardía tan extendida como una epidemia de cólera, ya nadie se atreve a usar siquiera el escandaloso punto exclamativo. En realidad, hay una nueva forma de puntuación que yo, muy mayor ya para esos trotes, no domino: son los famosos íconos de nos jovencitos, como rudimentarios ideogramas chinos: los emoticones. Si escribo los dos puntos y cierro un paréntesis, en mi renglón, como por encanto, se abre una sonrisa. Pero no pienso hacerlo. Yo creo todavía que la sonrisa tiene que adivinarse en lo escrito, imaginarse, jamás escribirse con un ideograma tan explícito. ¿O no? ? :)
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