Por Gonzalo Duque-Escobar
De conformidad con evidencias de los últimos 4.300 años
encontradas en bancos de coral de la
república de Kiribati, un archipiélago del centro-oeste del Pacífico, analizadas
en 2013 por científicos australianos, aunque el desarrollo del fenómeno
meteorológico del ENSO conocido como El Niño/La Niña es de carácter cíclico y
comportamiento errático, a largo plazo la fuerza de este fenómeno puede cambiar
como consecuencia del calentamiento global, generando eventos climáticos extremos
como inundaciones o sequías en diferentes regiones del planeta. Mientras para
Colombia el fenómeno El Niño se manifiesta con un déficit de lluvias, en Perú y
Bolivia lo hace con lluvias torrenciales.
De conformidad con los informes del Centro Internacional del Clima para el Oeste de Sudamérica, las actuales condiciones océano-atmosféricas del Pacífico sugieren un evento El Niño en desarrollo, cuya evolución estaría orientada hacia el Pacífico Oriental, y no sobre el Pacífico Central tal cual había venido ocurriendo durante los eventos El Niño durante la última década. Dicho pronóstico se soporta en el comportamiento en intensidad y duración de los vientos en superficie y altura, y en la configuración espacial de las anomalías de la temperatura del Pacífico ecuatorial, mostrando en las tendencias persistencia en el transporte de calor hacia el costado americano y debilitamiento sistemático de los vientos zonales durante las siguientes semanas.
Sabemos que en la región andina de Colombia, el clima es bimodal: cada año tenemos dos temporadas
secas que parten desde los equinoccios (Junio 21 y Diciembre 22) y dos húmedas a
partir de los solsticios (Marzo 21 y Septiembre 22). Conocemos también que,
además de una exacerbación de los eventos climáticos extremos asociada al ENSO,
mientras El Niño trae más huracanes al Caribe como amenaza para el archipiélago
y la costa norte, con la temporada seca se darían desabastecimiento de agua e
incendios forestales; contrariamente en La Niña el ENSO se acompañaría de
lluvias torrenciales que ocasionan deslizamientos en zonas montañosas e
inundaciones en sabanas, valles y llanuras.
Si en Colombia, la temperatura podría ascender de 3 a 4 grados
centígrados en dos generaciones, la pregunta es cómo nos hemos preparado para
enfrentar el calentamiento global, máxime ahora cuando esperamos eventos
extremos para una situación climática en la que las probabilidades de El Niño
superan las de una fase neutra. Habrá que empezar por reconocer la
vulnerabilidad existente mientras las políticas públicas continúen enfocadas a
satisfacer los desafíos del mercado y no los del desarrollo sostenible, por
estar concebidas para el crecimiento económico sin pensar en la sostenibilidad
ambiental, sin importar las comunidades rurales que dependen de la economía
campesina.
¿Acaso no se fortalece la gran minería y no la minería
artesanal, no se financia la expansión de la frontera agrícola con la
agroindustria sin importar la economía rural ya establecida, y no se amplía el
espacio urbano en lugar de redensificar y dotar la ciudad para el transporte
colectivo y la movilidad autónoma?
En primer lugar, lo que se ha logrado: tras las experiencias
del desastre de la erupción del Ruiz (1985) y del terremoto del Quindío (1999),
durante la última década se fortaleció el Sistema Nacional de Prevención y
Atención de Desastres, no solo incorporando la dimensión del riesgo al
ordenamiento territorial y a la
planeación territorial y sectorial, y complementando con la prevención y la
reconstrucción las actividades de atención para las fases de emergencia y
desastre; sino también fortaleciéndolo
al redimensionar la capacidad operativa de la Dirección de la Unidad Nacional
para la Gestión del Riesgo de Desastres y el Fondo Nacional de Gestión de
Riesgo de Desastres.
En segundo lugar, lo que
debe hacerse: además de reforestar las cuencas andinas buscando la apropiación
social de prácticas forestales y productivas no conflictivas, hacer lo propio
en la lucha contra la deforestación que aún cobra cien mil hectáreas por año en
la región andina colombiana, para apoyar el esfuerzo del sistema nacional ambiental,
implementando las acciones de control y vigilancia contra la madera ilegal y las
estrategias para la gobernanza forestal a lo largo de la cadena productiva y de
forma coordinada, entre las instituciones del Estado, la Empresa y la sociedad
civil.
Profesor Universidad Nacional de Colombia. http://galeon.com/cts-economia [Ref.:
La Patria, Manizales, 2014.06.08] Imagen: http://iri.columbia.edu
y http://ac.ciifen.org
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