8/12/15

COP21, un reto social y político a nivel global

La Patria. Opinión.

  Gonzalo Duque


Va cayendo el telón de la cumbre del clima en París, donde delegados de 190 países buscan un nuevo acuerdo mundial sobre reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero y cómo enfrentar el cambio climático, fenómeno global con consecuencias muy perjudiciales para el ambiente y la salud humana y uno de los problemas ambientales más graves de nuestros tiempos. Las pretensiones fundamentales contemplan, no solo la firma de un acuerdo vinculante, sino también la verificación periódica del cumplimiento de las metas acordadas. Si bien, en los últimos 8.000 años alrededor de la mitad de la cubierta forestal del mundo ha sido destruida, también por causas no antrópicas, el clima del planeta siempre ha variado; solo que ahora el ritmo de estas variaciones se ha acelerado durante las últimas décadas de manera anómala. El cambio climático causado por el calentamiento global que ha surgido desde la Revolución Industrial, y que se acentúa a principios del siglo XX, se puede advertir en los últimos 50 años, máxime cuando la década de los noventa fue la más caliente en los últimos mil años. 
Según la WWF, como consecuencia de la degradación del hábitat, de la explotación a través de la caza y la pesca, y del cambio climático, el declive de la biodiversidad en el planeta es muy grande y muy rápido: la biodiversidad global ha disminuido un 52% entre 1970 y 2010. Expertos predicen además que, por el aumento de la temperatura media de la atmósfera terrestre y de los océanos, para el año 2050 habrá 250 millones de refugiados climáticos en el mundo; y según la ONU, durante los próximos 15 años, el costo de los daños directos para la salud alcanzarían entre dos mil y cuatro mil millones de dólares anuales. Pero así el fenómeno sea global, su asimetría es evidente: a partir de 2020 los ecosistemas del Mediterráneo y del Caribe van a ser los más perjudicados, en especial por procesos de erosión costera; igualmente, se afectarán más las zonas continentales que las oceánicas, o más la región del Ártico que la del Antártico, cuando las aguas profundas al enfriarse ocasionen más frío en América del Norte y Europa. 
Lo que está en “juego” es el derecho a la vida: para evitar mayores impactos de un cambio climático que ya afecta por igual a los ecosistemas y a los humano, no se podrá exceder la barrera de 2ºC en el aumento de la temperatura media global antes de finalizar el siglo, lo que exigiría reducir las emisiones de gases de invernadero, respecto a las emisiones de 1990, entre 25% y 30% hacia 2025, y de 35% a 40% para 2030. Las amenazas anunciadas incluyen: desastres naturales causado por eventos hidrogeológicos e incendios forestales, extinción de ecosistemas y de especies, epidemias por inundaciones y sequías, conflictos por el agua y los alimentos, y pérdidas de cosechas e infraestructura. Para responder a este reto, además de intervenir severamente la quema de combustibles fósiles y la deforestación, se deberá incrementar la resiliencia con acciones oportunas, no solo de mitigación sino también de adaptación para los más vulnerables. 
En Colombia, cada vez son más marcadas las transformaciones ambientales causadas, y evidente la amenaza durante las temporadas de El Niño y de La Niña para nuestros páramos, manglares, ambientes coralinos y glaciares, y para las selvas andinas, costeras y de la amazonia, por los desajustes en la “máquina atmosférica” con sus eventos climáticos extremos. Aunque se detengan ahora las causas, la recuperación de nuestros ecosistemas donde ya se advierten daños irreversibles, tardará décadas. Estamos urgidos de estrategias colectivas articuladas a nivel global, regional y local, para afrontar las amenazas y riesgos que conllevan las poblaciones y ecosistemas vulnerables. Así se afirme que el cambio climático y su probable impacto están demostrando ser más lentos y menos perjudiciales de lo que se temía, y que el reducir las emisiones resulta en sumo grado costoso, al apreciar imágenes como el colapso de Gramalote, el ecocidio de los chigüiros en Casanare, y la tragedia por el deslave en Salgar, podemos advertir la alternancia cada vez más intensa y frecuente, de lluvias torrenciales e inundaciones con sequías intensas e incendios forestales. 

-
Relacionado:
Ponencia "El futuro de Manizales", en:
https://t.co/87Z65wVIc0